Un jugador que esperaba una llamada. Una incorporación sobre la bocina es la que trajo a Roque Mesa Quevedo al Sporting. En la Mesa y en el juego se conoce al caballero.
Ni que decir tiene que la calidad de Roque Mesa estaba fuera de toda duda. Que su fichaje era impensable en Junio, pero ¿qué ocurrió para que acabara vistiendo la camiseta rojiblanca?. La realidad la sabrán unos pocos, la suerte es que lo vamos a disfrutar y mucho, porque muy pocos jugadores de La Liga Hypermotion comen en la mesa de Roque.
Aún tengo ese amargo sabor del final del mercado del Sporting, esa frustración de la no llegada de algún jugador «diferencial», de ese delantero mágico, de ese jugador que nos diera un salto de calidad. Recuerdo esa sed no saciada a falta de horas para el cierre, esos momentos de incertidumbre e impotencia.
Al final de la ventana veraniega el Sporting no hacía ninguna incorporación, salvo los que ya habían llegado, y todo apuntaba a ese «9». No se dio, por el motivo que sea, cerca o lejos de haberse producido el delantero no vino.
Pero nadie presagiaba lo que horas más tarde se hacía realidad, el Sporting incorporaba a Roque Mesa, jugador de 34 años de excelsa calidad, que tan buenos resultados le había dado a sus anteriores equipos.
Un centrocampista total, elegante, un autentico caballero del fútbol que lo honra jugando con la camiseta por dentro y la magia del toque de primeras, un señor futbolista.
Para muestra un botón, dos titularidades, dos victorias. Paz, tranquilidad e ilusión. Genera, da, recibe, gestiona, pasa, protege, lucha, marca los tiempos en defensa y ataque, distribuye, ordena y siempre está donde se le precisa. Los jóvenes centrocampistas están de suerte, aprenderán a ser mejores, se fijarán en Roque y crecerán con él, le verán como ejemplo y querrán llegar a su nivel. Eso es lo bueno, hay Mesa para rato, en el campo y fuera.
Así fue como ese mercado escaso se convirtió en mejor, casi en notable, porque Roque Mesa sube la nota al equipo y porque donde veíamos merma por las salidas ahora vemos lo contrario. Lo hace tan fácil todo que casi cualquiera puede jugar con él. No te lo había dicho antes, te lo digo ahora: ¡qué bueno que viniste!.