
Según la Real Academia de la Lengua, si hablamos de Resiliencia lo hacemos de la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que estaba sometido. La resiliencia lleva el ‘10’ a la espalda.
En clave Sporting la resiliencia lleva el ‘10’ a la espalda.
No es de extrañar que ahora los más nuevos del lugar hablen maravillas del Real Sporting de Gijón: su historia, la ciudad, el ambiente de fútbol y su masa social son motivos más que suficientes para entender lo mucho que pesa el escudo, ese que jamás se pisa. Como tampoco es de extrañar que todos y cada uno de los entrenadores que han pasado por aquí destaquen una cosa, siempre la misma. Mareo.
Aunque los hay que piensan que la cantera de este club está en horas bajas, hoy es día para recordar una generación de futbolistas que dejaba su sello allá por donde pasaba como si de los cuatro elementos se tratase.
“Los del 98” dejaban presagiar signos de mucho fútbol como en aquella División de Honor Juvenil o ese sueño del Play Off al que el Elche C.F. puso fin entre otras muchas cosas, y todas ellas comandados por el protagonista de este artículo, Nacho Méndez.
“Papá, mamá, de mayor voy a jugar en el Sporting.” Esta es una de las frases que más se han escuchado -y se escuchan a día de hoy- en la inmensa mayoría de hogares asturianos donde los niños y niñas del Principado tienen un claro objetivo: vestir la rojiblanca y marcar una época en El Templo.
El 10, un número místico en el fútbol.
Un dorsal con peso, sólo apto para aquellos que aman la pelota, para aquellos que la miman, para aquellos magos sin varita que hacen todo tipo de trucos con tal de conservarla, para aquellos que le buscan al cuero el mejor cobijo posible sabiendo que tarde o temprano se volverán a encontrar.
La “10” es sólo para los buenos.
Y eso que hablar del diez del Sporting ha sido un tema candente en los últimos tiempos, pero lo cierto es que Nacho Méndez es hacerlo de uno muy bueno.
Un buen amigo me dijo aquello de que el fútbol era de entre las cosas menos importantes, la más importantes pero no para el de Luanco, quien ha sabido levantarse una y mil veces por el fútbol: una liga que se escapa, un ascenso a segunda división con la misma suerte, un director deportivo déspota y unas críticas desmesuradas a la persona y no al deportista y una lesión fortuita hicieron que su magia se apagase sin querer.
Porque sí, la sonrisa del diez, se llama fútbol. El nuestro es Nacho Méndez, al que muchos daban por perdido.
Nueve meses han bastado para recordar por qué viniste:
Nueve meses de soledad para que aflore ese niño que sólo era feliz con un balón, todo ese tiempo para cargar con las críticas a cuestas, para aprender de los errores, para convertirse en el mejor. Para volver a ser ese jugador con jerarquía, buen hacer y una visión del juego al alcance de muy pocos para apreciar aquello que parecía olvidado pero que en realidad nunca se pierde.