
Unos crecieron con Quini, otros crecieron con Lediakhov y otros, mucho más jóvenes, lo hicieron con el Sporting de los guajes. Pero entre medias hay una generación que vivió sus “años dorados particulares.” Cien veces Cote.
Un equipo comandado por un hombre de esos que se visten por los pies, uno que dejó el Astillero para conquistar el mundo: él y su bigote tan reconocible como inolvidable consiguieron devolver la ilusión a una ciudad que parecía huérfana y lo hizo entendiendo a la perfección al club y su gente.
Debemos remontarnos dieciséis años atrás, allá por la temporada 07/08 en la que el club rojiblanco iniciaba su décima campaña consecutiva en la división de plata del fútbol español. Nada quedaba ya de lo que presumir, aquellos que predicaban “Sportinguismo en vena” se lo habían llevado todo incluso la ilusión. No obstante siempre tuvieron ese halo de suerte que les permitió aquel año que se alinearan los astros y un poco de talento para lograr lo que era a todas luces impensable: el regreso a Primera División. Sí, aquél Sporting que muchos soñábamos había llegado, nos íbamos a batir el cobre con los más grandes.
Con Preciado en el banquillo de El Molinón, la entidad había recuperado sin duda el capitán general que tanta falta hacía, el Sporting había recuperado su entidad, su gen competitivo y algo mucho más importante, su cantera. De la mano del cántabro promocionan al equipo gente como Alberto Lora o Nacho Cases entre otros, pero hubo uno que marcó especialmente y ese es José Ángel Valdés Díaz.
La primera aparición del de Roces con la elástica rojiblanca se produce en un desafío de altura; en la que muchos hubieran tenido vértigos, un jovencísimo José Ángel se adueñó de la banda izquierda del equipo ante el mejor Fútbol Club Barcelona de la historia donde pese a la derrota el canterano cuajó una notable actuación. Era el inicio de un Cote centenario.
Decía Enrique Castro Quini:
Tu profesionalidad no depende de la camiseta que llevas pero la camiseta que llevas sí depende de tu profesionalidad
¡Y qué razón tenía El Brujo! Y es que el inconmensurable buen hacer del canterano sumados al habitual desastre de los despachos llevaron al futbolista a la Roma de Luis Enrique Martínez, y al club de vuelta a los infiernos nuevamente sin ilusión y con una mediocridad que llevaba instaurada en el mismo por entonces cerca de dos décadas.